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Constanza Martínez: "Sabíamos que existían mafias, pero la realidad es más profunda"
A sus 34 años, la delegada presidencial y parte del núcleo más cercano del presidente Gabriel Boric -milita en Convergencia Social-, es la responsable de mantener el orden público y la seguridad en la capital. Su primera bandera, dice ella, es Meiggs, pero vendrán más. Aquí cuenta cómo ha sido transitar desde la estudiante crítica con la política y con Carabineros, a la funcionaria de gobierno que trabaja de la mano con la fuerza pública.
“Vengo de una familia bien unida. Soy la menor de dos hermanos hombres, y tuve una abuela que era muy adelantada a su época, yo le decía la antiabuela, fue muy clave en el proceso de construcción de vida.
Mi abuelo era sordo, así es que aprendí dos lenguas desde chiquitita. Ahora me acuerdo poquito, es como el inglés champurreado, le digo yo, pero para la campaña de Apruebo y la presidencial de Gabriel, me tocó hacer de intérprete algunas veces.
Siempre fui muy curiosa en el colegio, pero nunca se me había dado la posibilidad de entender que podía hacer algo en la política. Estudié en un colegio privado de monjas, en el Universitario Inglés donde mi mamá hacía clases. Ella también trabajaba en el Instituto Nacional y me inculcó la importancia del trabajo y de involucrarse en el mundo público.
Siempre estuve vinculada en operativos sociales, y cuando entré a la universidad empecé a trabajar en educación popular en el 2007 en Villa La Reina. Luego empezamos a problematizar cómo cambiar la universidad, y terminé involucrada en un colectivo que se llamaba Arrebol.
En 2009 vino la toma. Me quedaba todos los días. Y ahí con el grupo de Izquierda Autónoma, de Gabriel Boric, empezamos a trabajar muy coordinados. Me dijeron si quería ser candidata a representante transversal, así se llamaba, en una especie de parlamento que había en Derecho en esa época. Me lancé, salí con alta votación y empecé a tener mucha presencia en la política universitaria.
Al final de ese año me proponen como presidenta para el Centro de Estudiantes. Fue una sorpresa porque normalmente los liderazgos que existían en la escuela eran más bien masculinos y de partidos tradicionales. Salí electa.
Y me tocó el año 2011. Para mí fue una escuela política que me cambió la vida absolutamente. Un antes y un después.
Nos dimos cuenta de que lograr incidir en política requería de un compromiso profundo; que no podíamos delegar en otros la acción política, porque si uno no se organiza hay otros que toman las decisiones por uno.
Y ahí me formé políticamente en la asamblea con 1.500 personas en el patio, armándolas a todas horizontalmente y teniendo un liderazgo que a veces no era entendido por las autoridades más adultas. Una vez me pidieron tomar la decisión: volvíamos o no a clases. Les dije (a las autoridades de esa época) que debía preguntarle a la asamblea.
´Pero cómo, si su usted es la presidenta´, me respondieron. ´Sí, pero represento a mis compañeros, por lo tanto mi postura no es la única que vale, sino la que vayamos construyendo´, les dije.
Eso chocaba con las prácticas y arreglines de las personas. Ese año cambiaron mucho los márgenes.
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El 4 de agosto de 2011 fue una fecha emblemática, fue el día del cacelorazo por la represión. Yo era presidenta del Centro de Estudiantes de Derecho y estábamos muy impactados por el nivel de represión que había. La Coni (Schönhaut) era consejera de su generación.
Decíamos que en base a asambleas y chocolates fuimos construyendo una amistad que me ha ido acompañando hasta el día de hoy. Somos súper cercanas, amigas, compañeras. Y fuimos configurando una idea de feminismo sin saber que era feminismo.
Nos tocó asumir roles de liderazgo muy chicas y tuvimos una experiencia como dirigentas antes del explotar feminista. Ese mismo 4 de agosto salimos de la universidad, había muchos Carabineros y cuando veníamos de vuelta no nos querían dejar pasar. Traté de explicar que era presidenta del Centro de Estudiantes… No hubo entendimiento y nos llevaron detenidas.
Fue un control de identidad, pero que lo pasaron por detención. Estuvimos hasta tarde, ese día estaban todas las comisarías llenas y nos llevaron a Renca. Desde ahí en adelante suelen decirnos las Constanzas.
El 2013 fui coordinadora general de la FECH ya como parte de la Izquierda Autónoma. Y ese mismo año viajé a Magallanes durante un mes y medio a la primera campaña parlamentaria de Gabriel Boric. Nos habíamos conocido en la escuela de Derecho en 2008.
Él era mayor que yo, pero teníamos harta conversación. Y yo decidí que me era muy atractivo en este nuevo desafío que estábamos emprendiendo, tener una voz disidente en las candidaturas que normalmente habían en el parlamento. Fue muy desafiante armar una campaña con tallarinatas, completadas bailables y navegados. Muy a pulso.
Después trabajé cuatro años con Gonzalo Winter como jefa de gabinete. Somos todos parte de una generación con la cual nos hemos encontrado desde la universidad en adelante que ha ido trabajando en este proceso. Aprendí harto durante todo ese período.
Después de haber estado más en la movilización social fue muy desafiante cómo podíamos ocupar los espacios políticos para lograr avances concretos en la tarea de cambios que teníamos.
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Cuando Gabriel Boric asumió, fue difícil decidirme qué rol quería cumplir. Estuve a cargo de la campaña en la primera fase y después, de la avanzada, agenda y programación. El Presidente me dijo: “Te imagino en un montón de cosas, pero me gustaría que te hicieras cargo de la delegación de la Región Metropolitana”.
Fue bien compleja la decisión, porque era pasar a una primera línea más expuesta. Cuando a las semanas el Presidente me preguntó cómo estaba, le dije que muy desafiada, en el buen sentido de la palabra. Estoy muy entusiasmada con el trabajo que estamos haciendo.
La seguridad es un tema central para la mayoría de los chilenos y está haciendo una crisis no ahora, sino que ha estado invisibilizada mucho tiempo en las periferias. Hoy día se está viendo cada vez más. Requería una mirada desde nuestro sector político para abordar una solución distinta.
Lo más difícil que me ha tocado enfrentar desde este cargo es la muerte de Francisca (Sandoval), sin duda. Lo viví con mucho dolor, con mucha responsabilidad, de sentir realmente que tenemos que estar a la altura y tenemos que responder ante la crisis de legitimidad que existe de las instituciones. Ante la ausencia de Estado, ante la desconfianza que existe y ante hechos tan graves como que muera una periodista en democracia.
Y por eso le pusimos tanta urgencia a mostrar una señal muy clara con lo de Meiggs. No diría que cambiamos de giro después de eso. Estábamos construyendo todos estos temas de recuperación de espacios públicos, desarme de crimen organizado y bajar las armas en manos de civiles, pero dije ´tenemos que apurar el tranco´.
La delegación tiene un gran potencial para que el Estado se vuelva a sentir en esos lugares.
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Sabía y sentía que la seguridad era una de las prioridades, pero también me di cuenta de la necesidad de que haya una voz de izquierda. En general la seguridad es un tema que no se aborda tanto por la izquierda, y es muy importante darlo desde una perspectiva de derechos. Que no sea solamente aumentar penas y llegar al punto de prensa a sacarse la selfie y luego irse para la casa.
Mi trabajo con Carabineros ha sido una labor súper coordinada, hemos tenido una súper buena relación con el general Monrás que está a cargo de la Región Metropolitana. En mi historia he sido crítica de la institucionalidad, y me he metido en la institucionalidad. Estuve en el movimiento estudiantil, era crítica de la política y mi solución fue entrar a la política.
Hoy día soy crítica en general de las instituciones, entre las que incluyo a Carabineros, pero creo que es importante meterse para hacer un cambio. No basta solamente con opinar sobre los temas que pasan. Hoy estoy a cargo del uso de la fuerza pública y del orden y la seguridad, y por lo tanto a mí me cabe una responsabilidad en cómo opera Carabineros.
Creo que para volver a confiar en las instituciones y que se vuelva a sentir confianza en el Estado y en sus organismos, tenemos que llegar a tiempo, entendiendo que hay un problema social.
Nosotros no llegamos el 11 de marzo, nosotros venimos trabajando hace muchos años, y además venimos desde una pandemia y de una crisis institucional que estamos tratando de resolver, pero que no podemos omitir.
El trabajo en Meiggs ha ido de la mano de Carabineros. Sabíamos que existían mafias organizadas en el comercio ambulante, pero la realidad es más profunda de lo que uno se imagina. Y Meiggs es una bandera, de cómo se puede recuperar un espacio para que el Estado vuelva, porque es muy central para demostrar que no va a haber impunidad para el resto de los espacios de la capital.
Hay que desbaratar las bandas criminales. Son mafias organizadas que usan alto poder de fuego, que tienen personas precarizadas laboralmente bajo verdaderos mandatos territoriales.
Hemos planteado una serie de fases de intervención que tienen que ver con la mitigación, que era deselectrificar, sacar los toldos, ordenar, que se vuelva a ver limpio, lo que mucha gente agradeció. Luego una fiscalización importante con SII y Aduanas, y también poder hacer una investigación más profunda para desbaratar las bandas.
Esto se debe ir replicando en otros sectores de la región. No puedo decir cuál es el próximo sector que vamos a intervenir, si lo digo se me cae todo el plan, pero va a ser fuera del centro de Santiago y después vamos a retomar el centro.
Vamos a mantener Meiggs, pero también vamos a hacer un consejo para abordar el crimen organizado porque sabemos que tiene distintas expresiones según el territorio. En algunos lugares es comercio ambulante, en Lo Espejo es narcotráfico, en otros lugares hay posibilidades de trata de personas que están pasando con el aumento de migración. Se ha notado que estamos avanzando lo más rápido posible.
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No he sentido miedo, he tenido algunas amenazas en Instagram, pero cosas menores. Cuando me dieron el cargo la gente me felicitaba y luego me daban el pésame. Mi mamá reza todas las mañanas de ida y de vuelta del trabajo, pero ella y mi papá están muy contentos”.
Por: Antonieta de la Fuente
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