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Suecia/Cultura
Al mismo tiempo que el gobierno de Tidö lanza el Cañón Cultural Sueco de Lars Trägårdh, la parte del presupuesto estatal destinada a la cultura se reduce a su nivel más bajo en dos décadas, y nadie parece inmutarse. Pero tranquilos: en lugar de bibliotecas, iniciativas de alfabetización, aumentos salariales para profesores o humanidades, nos encontramos con una lista de obras de arte "correctas". Un jugoso hueso de perro para masticar mientras los problemas reales (escuelas, bibliotecas, integración) se ignoran por completo.
La regla de que una obra debe tener al menos 50 años es más que una coincidencia. Es un guiño a los nostálgicos nacionalistas: el arte más reciente, creado por inmigrantes, en los suburbios o por generaciones más jóvenes, es por definición indeseable. Rap, free jazz, palabra hablada, música clásica moderna, arte contemporáneo, literatura moderna… olvídense. ¿Mujeres? Infrarrepresentadas. ¿El resultado? Una lista que no refleja la Suecia actual, sino una saga etnocéntrica donde todo aquel que no encaja queda invisibilizado. Y, por supuesto, el SD y otras fuerzas conservadoras se alegran: por fin, un paquete de políticas culturales de ensueño.
¿Cuáles son las 100 cosas que definen inequívocamente la cultura sueca? ¿Muebles de IKEA para armar? Por supuesto. ¿"Pippi Calzaslargas"? En efecto. Escribe el NYT y continúa en su radiografia al "Canon Cultural" ¿Las películas emblemáticas de Ingmar Bergman? Por supuesto. ¿Abba y albóndigas? Parece que no. Tras la publicación del primer Canon Cultural del país por parte del gobierno sueco, el debate se ha centrado en qué ha pasado y qué no.
Alexander Christiansson, portavoz de política cultural del SD, califica el canon de antídoto contra el «multiculturalismo». Como si se pudiera retroceder en el tiempo, como si la diversidad fuera solo un problema en lugar de la realidad y la fuerza de Suecia.
La ministra de Cultura, Parisa Liljestrand, cree que la lista del canon reducirá la polarización y creará unidad. Sí, porque nada une más a la gente que una lista seleccionada por el Estado de obras de arte "suficientemente suecas". ¿Hasta cuándo vamos a fingir que la educación pública funciona mejor que el gusto y la creatividad de la gente?
Para los trabajadores culturales, la amenaza es concreta: ¿deberían los teatros, museos e instituciones artísticas marcar las obras de la lista como "buenas instituciones"? ¿Deberían los artistas empezar a adaptar su creatividad a los ideales nacionalistas? La cultura libre la moldean las personas, no los comités estatales. Este canon no es política cultural, sino una política de control disfrazada.
La selección habla su propio idioma: nacionalismo romántico, artistas masculinos, la Iglesia, el Estado o la corte como comisionados. Nombres suecos modernos como Lars Norén, Kristina Lugn, Göran Tunström y Sara Lidman brillan por su ausencia. Y como guinda del pastel: cuando llegó el momento de la presentación de esta "reforma", se le dio la palabra a un economista, no a un trabajador cultural. El simbolismo es innegable: la cultura se reduce a cifras, burocracia y propaganda política.
El proyecto del canon no es más que las ambiciones nacionalistas del Acuerdo de Tidö disfrazadas de política cultural. El gobierno intenta reescribir la historia cultural de Suecia en una saga homogénea y etnocéntrica. Si el objetivo fuera realmente la unión, la integración y la seguridad, habría empezado por las bibliotecas, las escuelas y las humanidades, no por una lista nostálgica que se supone debe disciplinar el gusto y la libertad artística.
El nuevo canon cultural no es un camino hacia la unión. Es un espectáculo nacionalista, un circo político, un juego para las galerías y los medios de comunicación, y una herramienta para cimentar las divisiones. Cuando pase la tormenta, la lista caerá en el olvido, pero el daño a Suecia y a la cultura podría ser duradero. Y mientras los políticos del gobierno de Tidö se aplauden, los trabajadores culturales solo pueden suspirar, negar con la cabeza y seguir luchando por una Suecia donde se escuchen todas las voces.
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