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Estamos a las puertas de la ola de calor más temprana desde 1981 y eso significa muchas cosas: termómetros disparados, golpes de calor, problemas para realizar actividades cotidianas... Pero sobre todo significa que vamos a pasar unos días en los que dormir bien va a ser casi imposible. Por eso hemos preparado esta guía rápida para dormir más y mejor cuando hace mucho mucho calor, según la ciencia.
La alimentación que convendría seguir, sea cual sea el tipo, localización o fase del tratamiento (si no existe alguna recomendación concreta para su caso particular), es una alimentación sana y equilibrada
Estamos a las puertas de la ola de calor más temprana desde 1981 y eso significa muchas cosas: termómetros disparados, golpes de calor, problemas para realizar actividades cotidianas... Pero sobre todo significa que vamos a pasar unos días en los que dormir bien va a ser casi imposible. Por eso hemos preparado esta guía rápida para dormir más y mejor cuando hace mucho mucho calor, según la ciencia.
La estrecha relación entre el sueño y la temperatura. Lo que nosotros interpretamos como incomodidad e imposibilidad para conciliar el sueño, tiene unas raíces más profundas en la estrecha relación que tiene la temperatura corporal (central) y el sueño. Como explicaba Philip Gehrman, profesor de psicología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pennsylvania, aunque solemos hablar de ritmos circadianos con relación al sueño y la vigilia, lo cierto es que estos tienen un papel importantísimo en la regulación de la temperatura corporal.
"Nuestra temperatura corporal central es más baja aproximadamente dos o tres horas antes de nuestra hora natural de despertarnos por la mañana, y luego aumenta a lo largo del día y alcanza su punto máximo aproximadamente dos horas antes de que comencemos a sentir sueño por la noche", explicaba Gehrman. Otros investigadores hablan de 30 minutos antes de dormir, pero la lógica subyacente es la misma.
Es lo que explica que, cuando nuestra temperatura aumenta de forma artificial (tras una ducha caliente, por ejemplo), nuestro cuerpo lo interpreta como el pico térmico y se nos dispara la somnolencia. La interpretación popular lo achaca a la 'relajación', pero se debe sobre todo al asunto térmico.
Entonces, ¿Por qué es tan difícil dormir con calor?. La pregunta es interesante: si el calor dispara el sueño, no debería costarnos dormir con él. Sin embargo, el problema surge cuando las temperaturas son muy altas de forma continua. En ese caso, los mecanismos hormonales que regulan los ritmos circadianos se acaban descoordinando y las señales químicas que recibimos son, a menudo, contradictorias. El resultado es claro: nos cuesta mucho dormir.
¿Por qué ocurre esto? El motivo es, probablemente, evolutivo. Malcolm von Schantz, neurocientífico del sueño en la Universidad de Surrey, señalaba hace unos años que "como especie, somos animales diurnos" y, por tanto, "hemos evolucionado para dormir durante la noche, cuando hace más frío y se está oscuro". Como siempre ocurre con las explicaciones evolutivas, no tenemos certezas absolutas.
Pero lo cierto es que encaja. En un experimento muy conocido, Kazue Okamoto-Mizuno y Koh Mizuno demostraron que los cambios de temperaturas sirven como 'reloj biológico' y tienen un papel clave para regular el sueño. Para que nos hagamos una idea de lo seria que es esta relación, las personas con insomnio "muestran que tienen una temperatura basal justo antes de dormir más alta que las personas que no tienen problemas de sueño".
¿Qué podemos hacer para mejorar el sueño? Resumiendo: en un entorno de altas temperaturas, es más difícil conciliar el sueño y, cuando se consigue, este es de muy poca calidad (fragmentado y poco reparador). El diagnóstico es claro, lo que faltan son soluciones. En este sentido, hay tres grandes conjuntos de cosas que podemos hacer para mejorar la calidad del sueño: medidas físicas, fisiológicas y conductuales.
Las dietas repletas de frutas y vegetales ofrecen un plato lleno de fitoquímicos (una clase de nutrientes que ocurren naturalmente en las plantas), vitaminas y minerales, todos los cuales pueden actuar como antioxidantes. Los antioxidantes protegen los procesos celulares del cuerpo y ayudan a combatir la inflamación. (El tabaco, el estrés y otros factores ambientales también causan inflamación, la cual se ha visto vinculada con el cáncer.)
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